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La felicidad en la pareja inicia en la relación con la madre

“Sufres porque quieres ser más rápido que Dios…” Pak Subuh

Nuestra primera pareja es nuestra madre, seamos mujeres u hombres. Sin embargo, no siempre somos conscientes de que todas las relaciones posteriores, son reproducciones de esta primera relación. En una ocasión, una clienta dijo en forma jocosa que el ser humano que no ha sido afectado por la relación con su madre, es porque aún no ha nacido.

En la historia, todas las culturas han conservado su experiencia más íntima a través del lenguaje simbólico. Un Círculo se cierra sobre sí mismo, de ahí que represente la unidad, lo absoluto, la perfección, la forma que contiene a las demás formas. Es la representación arquetípica de Dios en la materia

En la naturaleza, el círculo es la forma de protección y seguridad por excelencia. Al mismo tiempo, favorece los procesos internos de crecimiento, maduración y diferenciación celular. Así lo muestran todos los huevos donde se gestan las crías y los vientres redondos de los mamíferos hembras.

¿Dónde comienza la felicidad? En la barriga de la madre. Allí, lo tenemos todo: alimento, abrigo, compañía, seguridad, protección, cuidados, y afecto. La energía del padre, la tomamos por vía de nuestra madre. En los primeros años, vemos al padre y a la madre como una unidad.

La relación estrecha que hay entre el niño y su madre, es una relación circular en la que se siente contenido y seguro. La presión que ejerce la llegada de un elemento exterior, se percibe como una amenaza que intenta romper el círculo. Generalmente, esto supone un tipo de agresión para los niños.

Cada vez que se introduce un nuevo estímulo (un amigo o un juguete), el pequeño recrea la dinámica circular que tiene con mamá. La comprensión de este hecho, nos permite ver el sentido, utilidad y valor que tiene la repetición en la vida de los niños. Dan vueltas y vueltas hasta que logran comprender para qué les sirve lo nuevo que les ha llegado.

Lo nuevo se vive como una tensión molesta. El manejo de los cambios implica un proceso de maduración para lidiar con lo desconocido. Se requiere completar toda una serie de fases para que la maduración sea lograda, y eso toma tiempo. La relación circular, del niño con sus padres, se abrirá por sí misma cuando su madurez le indique, en forma natural, que es capaz de hacerlo sin peligro, tal como lo hace el polluelo que sale del huevo.

En el inicio, la relación de pareja es circular. En esta etapa, la relación es inmadura, inestable y frágil, y esta forma de relación nos permite la seguridad, para que el incipiente vínculo con el otro se fortalezca. Un tercero sobra en la vida de los enamorados. Ellos, prefieren estar solos para disfrutar a gusto la felicidad que comparten.

Abrir la relación a lo nuevo se percibe como amenaza, tal como ocurre con un niño y su madre. Sin embargo, lo natural es ir madurando para integrar a otros. Una relación crece como el tronco de un árbol, superponiendo un círculo sobre otro círculo sin que entre en riesgo la estabilidad del centro.

La vida es movimiento y el cambio es el signo de que crecemos. En cambio las rutinas y la repetición son signos de que el movimiento se ha detenido, y empezamos a prepararnos para la muerte que llegará. La repetición de situaciones en la relación de pareja, indica que estamos estancados en nuestro camino de maduración.

Con frecuencia, veo en la consulta como la causa principal en la ruptura de parejas, tiene su origen en el regreso de un miembro, o de ambos, hacia sus padres. Marilyn Ferguson dice: “Generalmente, los demás nos engañan en aquellas áreas en las que hemos escogido mantener nuestras ilusiones.” Las ilusiones son elaboraciones de la mente del niño.

El movimiento de maduración va del interior hacia el exterior, del yo hacia el mundo, desde los padres hacia los otros.

La relación de pareja es cuestión de adultos, no de niños. Quien aún reclama, critica, enjuicia o culpa a sus padres, especialmente a su madre, verá el efecto en su relación de pareja.

La relación circular, muestra el valor que los niños le dan a algo o a alguien. La repetición de patrones indica que estamos en lo mismo. Si de alguna manera la maduración se completa, logramos cerrar el círculo. El crecimiento, como la vida misma, es una espiral ascendente. Hasta que no damos una vuelta completa, no podemos ir a una vuelta nueva.

El argumento de que la pareja nos impide “crecer”, o que el amor -o la pasión- se han extinguido, es una excusa común que utilizamos para abandonar al otro, y quedar “libres” para regresar a nuestros padres. Génesis 2:24 dice: “Por tanto, dejará el hombre a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

”Quien ha tomado la felicidad esencial que le llega, por vía de sus padres, puede sostener la felicidad con la pareja y disfrutarla.

Escrito por: KARINA PEREYRA ( anakarinard@yahoo.es)

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