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No se necesitan anillos con diamantes, para sentirnos amados


Siempre he mirado un poco más allá del traje, del vestido que puedo obtener o el lugar donde pudiera lucirlo.

Es lindo caminar con tu hombre de la mano, sonreír con un aire discreto de todo lo que en esa sonrisa podemos esconder.

Compartir secretos que son voces a gritos del amor, de la complicidad, de lo que decimos íntimamente dentro de las paredes de nuestra relación.

El poder, el dinero, no nos aseguran la felicidad, en cambio un gesto considerado, un abrazo, una sonrisa burlesca cuando se ignora a todos los que nos miran, cuando mandamos muy lejos a todos los que están tan cerca, solo para reafírmanos como pareja .

No se necesitan anillos con diamantes, para sentirnos amados, ni para envolver en nuestra cúpula sagrada a quienes dimos el honor de cobijarse en ella.

Esa complejidad del patrimonio simple del amor, saber que alguien respira, ese suspiro usado que no tuvimos fuerza ni voluntad para contener, saber que basta una mirada para entender que formas parte de algo, o de la vida de alguien, saber que compartes cariño, respeto, consideración, aire caliente de tus pulmones y saliva fría después de un orgasmo.

Ese es el amor encaja en mis pulmones y se desencaja en mi pecho cuando el frio de saberme amada me deja perdiendo el equilibrio.

El balance de la vida nunca lo dará un buen traje, quizás, y solo quizás, quien se esconda debajo de él.

 

Del libro Reflexiones, de Verónica Galla.

 

10 Febrero 2017.

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