Por Veronica Galla
EL DÍA QUE CONOCÍ A MI PADRE
Sé que muchos padres no fueron lo que debieron ser, pero sé que muchos sí.
Sé que muchos padres no fueron ni siquiera padres, pero a esa ausencia de la mita de la vida de un niño no es buena idea sumar el dolor de un mal recuerdo.
Una madre soltera o divorciada, con un padre irresponsable, ya de entrada se queda con una responsabilidad creada por dos y asumida solo por ella.
Todo esto lo asumimos desde el punto de vista de las mujeres, hoy quiero enfocarlo desde el punto de vista del hijo.
Hoy escuche dos compañeras de trabajo conversar, una le preguntaba a la otra sobre el padre de su hijo, la segunda contesto “Hoy hace un mes que me bloqueó de Facebook y todos los lados, no me contesta el teléfono y no habla con su hijo”
Quien cree usted está sufriendo más?
El niño o la madre?
Quizás en el día de hoy por la inocencia, el niño lo sufra menos, pero para dentro de unos años, estoy casi segura esta situación habrá marcado más al pequeño que a su madre.
Asumiendo que la madre por su dolor actual haga a su hijo participe de todo su dolor haciendo notar la faltas de su padre. Esas frases que algunos recuerdan como “Tu padre es un irresponsable, es un maldito, todos los hombres son iguales” dejara de forma innegable una marca que perjudicara al niño en muchos aspectos.
Hoy leyendo un legado de Facundo Cabral, reconozco en este escrito el legado de su madre; y que se sepa no se trata de mentir, se trata de cuidar el corazón y la vida futura de nuestros hijos.
Un silencio no es una mentira, un callar cuando la verdad solo lastima y no construye nada, no es un pecado, no es una mentira es sencillamente no pisar sobre la llaga que se avecina.
Pensar en el legado psicológico o moral, que podemos dejarle a nuestros hijos es quizás el mejor regalo que podamos darle.
Un hijo es un beso de amor que nos da la vida, es un regalo cargado de vida, no es justo marcar una vida que recién inicia con nuestros errores y con nuestros dolores.
No son ellos los responsables para cargar con el error y el abandono de sus padres.
Aquí les dejo uno de los legados más hermosos que puede dejar una madre.
EL DÍA QUE FACUNDO CONOCIÓ A SU PADRE.
El padre de Facundo Cabral se fue de casa antes de que este naciera. Luego Sara, la madre de Cabral, fue echada de la casa junto a sus pequeños hijos, y Facundo no tuvo un techo donde nacer, por ello lo de “no soy de aquí ni soy de allá”. Él contaría que nació en una de las calles de La Plata, como presagio de lo que más adelante la vida le depararía: sinsabores, lucha y mucho aprendizaje, como preparando al gran apóstol musical para un camino que ni la muerte detendría.
Una noche, tras terminar un concierto, Facundo con 46 años encima, se llevó una gran sorpresa, en el pasillo lo esperaba su padre. “Lo reconocí porque era igual a la foto que mi madre siempre había guardado, pero con el pelo cano. Lo reconocí en el acto porque siempre vi esa foto.”, contaba Cabral. “Mi padre era todo un caballerazo. Era todo lo contrario a mí, era muy elegante, siempre bien puesto. Estaba allí y me quedé congelado”.
Este era el primer encuentro con su padre, ¿se imaginan la tormenta de emociones, pensamientos y nervios que azotaban dentro de aquel hombre que paseaba su música por el mundo pregonando la paz, el perdón y el amor? ¿Qué hacer? Un día Cabral dijo sobre su padre: “Mi padre agotó el odio en mí, lo odie profundamente, había dejado sola a mi madre con siete hijos en un desierto insoportable. Murieron cuatro de hambre y frío en ese tiempo. Sobrevivimos de milagro tres”. Y ahora estaba frente a él, con todo el derecho de decirle todo lo que su corazón guardaba. En ese momento, el recuerdo de las palabras de su madre retumbaron en su cabeza:
“Vos que caminás tanto algún día te vas a encontrar con tu padre. ¡No cometas el error de juzgarlo! Recuerda el mandamiento: honrarás al padre y a la madre. ¡Segundo!, ese hombre que vas a tener enfrente es el hombre que más amó, más ama y más ha amado tu madre. Tercero, lo que corresponde es que le des un abrazo y las gracias porque por él estás gozando las maravillas de Dios en el mundo.”
El desenlace de este encuentro lo cuenta el mismo Facundo: “Por eso cuando vi a mi padre nos acercamos, nos abrazamos y fuimos grandes amigos hasta el final de sus días. Aquella vez me liberé, dije: ‘Mi Dios, qué maravilloso es vivir sin odio’. Me costó años perdonar y pude hacerlo en un segundo. Y me sentí tan bien”