¿Por qué cambiaron mis valores?
Quien creó la vida, léase Dios, o cual fuera su nombre, se aseguró de que todos tuviéramos todo lo que necesitábamos, el problema fue, que los humanos empezamos a buscar valores fuera de la verdad, comenzamos a buscar valores en los metales, en las cosas que brillaban, y fuimos dejando de valorar, la familia, la amistad, los bosques, los animales, dejamos de valorar la vida en sí.
Fue entonces cuando comenzamos a creernos superiores por la cantidad de brillo que teníamos y a engañar a pueblos completos, como a los taínos, por ejemplo, donde les cambiaron oro por espejitos.
Decidimos que somos más valorados que la mascota de la casa y cuando dejo de ladrar para defender nuestros “espejitos” y escarchas lo tiramos porque ya no servía.
Quien fuera que creara esto, se aseguró que no, nos faltara nada, nos dio comida, plantas medicinales, agua potable en el cauce de los ríos, pero para un ser inconforme y de poca visión al futuro, preferimos destruir la vida, para vivir mejor.
Optamos por acabar con un bosque completo, solo para vivir en una casa tan enorme que no la necesitáramos, elegimos una mansión en la cual se fuera la mitad de nuestro presupuesto en mantenerla, elegimos comprar “detalles” para luego necesitar medicinas.
Estimo que ahí fue donde comenzó el derrotero, cuando dejamos de amarnos a nosotros mismo para amar los espejitos.
Valorar a nuestro prójimo por lo que posee es una triste forma de dejar de amarnos a nosotros mismo, esta oscura bola de nieve, ha ido creciendo tanto, que se ha convertido en el círculo de la vida.
Que quede claro, que un traje, un vestido y una corbata, no dan la clase, ni el conocimiento.
Eso mismo hizo tu prójimo contigo, espero espejitos y fantasías de ti, y según en la medida que pudiste, te llamo su “amigo” te abrió las puertas de su casa o sencillamente te desdeño o más bien dicho, te desestimo, tal cual se desestima un presupuesto, pero no te sientas triste, también lo hizo con los bosques, cuando dentro de su ignorancia pensó que un árbol no le servía, lo corto y se aseguro que no volviera a crecer.
Aún estamos a tiempo de salvar lo que nos queda, un infecundo bosque, un animal enfermo, abandonado, nuestra familia y una sociedad que cree tener espejitos mientras muere hambrienta, no solo de pan, también de soledad y angustia.
Del libro Reflexiones.
Escrito por Verónica Galla
Instagram @vegallas
20 Feb 2017