“Seria hermoso tener esa persona que sencillamente comparte su vida con la de uno, sin mayores complicaciones, sin esperar que cambie para uno; Alguien que comparta gustos y deseos afines para poder caminar juntos.”
La mayoría de los seres humanos anhelamos el amor, el verdadero amor, el amor perfecto que no reprocha, que nos acepta, que con solo vernos, nos comprende. La mayoría aunque lo creamos falso encontramos el verdadero amor, el que nos aceptó sin ni siquiera conocernos, esa persona que no preguntó quién eres, dónde has estado ni cuántas veces has estado preso, ni si en verdad sabes quién es tu padre.
Hasta muchos besos después, mucho aceptar y mucho comprender, todo suele ser perfecto pero llega el egoísmo, ese sentimiento de querer que tu compañero entregue más, y cada día más. El esperar que la inclinada línea del éxtasis, la dicha inexpresable de recibir más cada día.
En el momento en que nuestras necesidades son más y mejores, que la de nuestro compañero el amor va perdiendo participación y deja de ser la estrella de la relación y foco de atención de ambos. Ya la relación va caminando hacia un solo lado del éxtasis, que casi siempre es el lado de quien deseas recibir cada día más y más, olvidándose que el amor se trata de dar, y al dar pones en circulación la ley del dar y recibir.
Inmediatamente das, regalas o entregas algo, enciendes el circulo vital de la vida, cuando entregas alguien recibe, cuando abrazas alguien habrá recibido un abrazo, obviamente el universo es circular, “todo lo que va, viene. Si das un beso alguien lo recibe, si te pierdes alguien se ha liberado de ti”
Cuando alguien se encierra en su propio dese, en el éxtasis de ser servido y amado se va tornando difuso, estresante el camino divino del amor.
Esperar cada día más en nuestras vidas, no solo en el amor, también en el trabajo, en la familia, con los amigos, genera estrés y con el acumulo del tiempo cansancio y un agotamiento total de la energía, que es la base pura del amor.
El amor es energía, una energía que diriges hacia una persona, la adecuas sin importar dónde queda la meta o si en realidad conoces el terreno donde estas depositando todas tus energías, eso es amor verdadero, pero por desgracia tenemos el mal hábito de no valorar las cosas que llegan de forma gratuita a nuestras vidas; seguimos exigiendo más de los mismo, hasta que logramos agotar la fuente del amor, y supuestamente, se muere el amor, no se murió, lo matamos, le pedimos cosas que no podía darnos, porque no la tenía, o por que sencillamente nos olvidamos de poner a circular la ley del dar y recibir.
Manos que dan esperan, corazón que ama, extiende sus brazos.
Verónica Galla, del libro reflexiones
27 de enero de 2014
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