LAS VÍAS DEL DESENGAÑO
Mi nombre es Ruth desde niña fui criada en una familia religiosa donde guardarse virgen hasta el matrimonio era un deber y una bendición. Esa fue una de las razones por la cual me conservé virgen durante tanto tiempo. Pase gran parte de mi vida esperando ese caballero que como en los cuentos de hadas rescataría a la princesa del monstruo que llamaba: “Soledad”.
A pesar de que mis amigas si tuvieron novios temprano yo no, espere los dieciocho, luego los diecinueve hasta que así llegué hasta los veinte dos años.
Siempre decía: cuando lleve un joven a mi casa este de seguro será “el padre de mis hijos”, y luché para que así fuese.
Él era: joven, trabajador, estudioso y bonito, que más podía pedir .Nos conocimos en la iglesia, un día en el cual me tocó cantar; no pasamos palabras, pero ese día empezó todo. Al día siguiente me envió una solicitud de amistad por Facebook y empezamos a chatear día y noche. Al principio no estaba muy segura, pero como todo el mundo me habló bien de él decidí hacerlo parte de mi vida.
Él era el centro de todo para mí, si él estaba mal, yo también. Bueno… creo que si el habría pedido el sol moriría intentando buscárselo.
Al poco tiempo de esa relación veía que las cosas empezaban a cambiar, ya él no era el mismo chico, me escribía menos , sentía que lo estaba perdiendo y eso no iba a permitirlo así que me entregue a él en cuerpo y alma . Según mi poco entendimiento para ese entonces, eso haría que estuviésemos más conectados, más unidos hasta ser inseparable, pero no fue así. Todo fue empeorando en ocasiones quería terminar todo, pero él insistía en que todavía había esperanza de salvar lo nuestro.
Vivíamos en pueblos diferentes, pero hacíamos lo posible para vernos, bueno…A decir verdad todo parecía mejorar hasta que un día…
Recuerdo que era viernes, me llamó para invitarme a pasar un día en una casa lujosa y elegante que según él: “el apartamento era de unas personas que se la dieron a cuidar mientras viajaban al extranjero”.
Ese día junto fue increíble entre: besos, abrazos, juegos y caricias pasamos la noche. Al día siguiente él se marchó al trabajo me suplicó que no saliera, nadie podía verme ya que según él no le habían permitido traer mujer a esa casa. Era parte de su trabajo cuidar esa casa, pero él solo, no tenía permiso de llevar visitas. Hice todo a la perfección como una mujer trabajadora comencé a arreglar la casa hasta que dentro de una gaveta encontré algo que derrumbó mi mundo, era un acta de matrimonio de mi amado y otra mujer justamente tenía tres meses de casado y fue allí que me enteré que por varios meses había sido la amante sin consentimiento
Él mantenía una relación con una joven que vivía en el extranjero. No sabía nada de ella hasta ese momento, yo era la amante, sí, pero la que no sabía nada. No me lo podía perdonar, el dolor era tan grande sentí vergüenza. Cuando llegó le reclamé aquello, pero su descaro fue tal que solo me dijo que lo hizo pensando en mí para conseguir la visa y ayudarme, pero yo no quería nada de eso, tan solo lo quería a él. Pasé el día sin comer, esperé la noche para marcharme, le prohibí tocarme, me sentí sucia al saber que había estado compartiendo la misma cama de mi novio y su pareja.
Nadie me dijo nada: ni sus hermanas, ni la suegra nadie me informó sobre ese matrimonio e incluso ni por Facebook supe de esa relación.
Después de ese día, pensamientos suicidas llegaron a mi mente, tuve que perdonarme una y otra vez. Lloré meses el haber sido tan ingenua desde entonces he tenido que aprender a perdonarme y perdonar.
Desde ese momento aprendí a:
No confiar ciegamente en alguien.
No permitir que alguien se convierta en mi todo, cuando alguien se convierte en nuestro todo y se marcha al irse nos deja sin nada.
No fue fácil, pero tuve que empezar de cero.
Comprendí que a veces hay que aprender a recordar el pasado, pero sin vivir en él.
Han pasado casi cuatro años de eso, ahora me estoy dando la oportunidad de conocer a alguien trasparente y amoroso. Sufrí, pero aprendí. La vida tiene tanto que enseñarnos como mujeres debemos aprender a ser como el ave Fénix a nacer de mis cenizas. Esperé sanar mis heridas porque no quería herir a alguien simplemente porque me había herido.
No perdí nada, me perdieron. No me he lamentado de haber terminado esa relación por qué para qué ser aperitivo de alguien, cuando puedo ser el plato fuerte de alguien más. Para qué ser la segunda cuando puedo ser la única y para que seguir sufriendo si la vida no me quitó me dio una nueva oportunidad de sonreír.
Autora: Ruth Elizabeth Abreu Pardilla.
San Pedro de Macorís, República Dominicana.
Ganadora de mención en el Concurso Historia de Mujer, Patrocinado por MujerContigo.com