Todo lo que yo lamento, lo estoy excluyendo.
Todo lo que acuso, lo estoy excluyendo.
A cada persona que despierta mi enojo, la estoy excluyendo.
Cada situación en la que me siento culpable, la estoy excluyendo.
Y yo estoy empobrecido cada vez más.
El camino inverso sería: Todo lo que yo lamento, lo miro y digo: Sí, así fue y lo incorporo en mí con todo el desafío que representa para mí. Yo digo: Haré algo contigo. Ahora te tomo como una fuente de fuerza, sea como fuere. Miro todo por lo que yo haya acusado a alguien y digo: Sí. Miro a mi alrededor, para ver cómo obtengo de otro modo aquello que me perdí y miro la fuerza que tengo para lograrlo yo mismo, sin que se lo pida a otro. Después incorporo la situación en mí y ella se transforma en fuerza. Lo mismo es válido para las culpas personales, que todos queremos negar y echar. Las miro y digo: Sí. Las culpas tienen consecuencias y yo consiento esas consecuencias, transformándolas en algo. Las culpas se transforman en fuerza y, de esta manera, también crezco. Es decir, que el movimiento básico es siempre el mismo: en lugar de excluir, incorporar. Al respecto hay una observación sorprendente. Cuando incorporo lo que había rechazado o lo que es doloroso, lo que me genera culpa o por lo que me siento injustamente tratado, lo que fuese… no todo cabe en mí cuando lo incorporo. Hay algo que permanece fuera. Al consentir plenamente, lo que se internaliza en mí es sólo la fuerza. Lo demás simplemente queda fuera y no me infecta. Al contrario, me desinfecta, purifica. La escoria queda fuera y las brazas penetran en el corazón.
Reconocer que siempre tengo conmigo todo lo necesario (mis padres son los que necesité tener), y valorarlo con amor para desarrollar la capacidad de abrir el corazón a tomar lo nuevo y crecer en la relación conmigo mismo y con los demás.
Cuando renuncio a quejarme de lo que tengo, de la vida, de los padres, del destino, ello me lleva a empobrecer, merma, limita, bloquea y debilita mi realidad, mi potencial y en definitiva mi vida,
Reconocer a nuestros padres, Tomarlos, honrarlos, agradecerles nos permite tomar la vida con fuerza para crecer y avanzar, para hacer algo valioso con ella.
– Bert Hellinger
(Tomado de Alejandra Leon Blogspot)