Parte de la carga de la mochila del niño adoptado está ocupada con tres conceptos que forjan en parte su personalidad: el abandono, la construcción de una identidad compleja y la cuestión de los orígenes biológicos y culturales.
El duelo del abandono
No se puede concebir la adopción sin pensar en la idea del abandono: para que haya un niño adoptado previamente ha habido un niño abandonado. La adopción no es simplemente otra forma de paternidad, sino que es, sobre todo, una manera de intentar reparar la situación de abandono.
En la mayoría de los casos, esto no se repara totalmente; ello no quiere decir que un niño adoptado no pueda ser feliz, al contrario. Gracias a la adopción puede llegar a serlo a pesar de haber sido abandonado. Pero es evidente que una herida no puede cicatrizar si se la ignora: los padres deberán reconocer esta herida en su pequeño y empatizar con él.
Empatizar no quiere decir tampoco hacer hincapié en el dolor. Hay que comprenderlo pero también ayudarle a superarlo: hay que convencerlo de que él no tuvo la culpa de ser abandonado, que ningún bebé se merece esto y que seguramente su familia biológica tampoco eligió vivir esa situación. Pero sin tintes negativos ni derrotismos: ahora estamos aquí y tenemos que ir juntos hacia adelante.
La construcción de la identidad
El niño adoptado tendrá que ir construyendo su identidad poco a poco, con algunas dificultades más que el resto de niños: es una biografía distinta a la habitual. Para que sea capaz de hacerlo de una forma sana debe tener información y esta debe tener un tinte positivo.
A menudo se dan dos fases cruciales en la construcción de esa identidad: la edad de las preguntas, de los “por qué” (entre los cuatro y los seis años, aunque en los niños adoptados a veces se da a edades más tempranas) y en la adolescencia, el momento de la construcción de la identidad adulta. En estas dos etapas, especialmente, los padres adoptivos tienen que estar preparados para enfrentarse a preguntas a veces difíciles de responder: ¿de qué barriga salí yo? ¿por qué no me quedé con mi madre biológica? ¿tú por qué eres mi madre? ¿por qué tengo este color de piel? ¿por qué no me parezco a ti? ¿por qué me ha tenido que tocar a mí?
La disponibilidad, la honestidad y la franqueza que los padres sean capaces de poner sobre la mesa determinará en gran medida la solidez de esa construcción de la identidad del pequeño y la del vínculo con sus padres adoptivos.
Los orígenes biológicos
Suele ser mejor hablarle desde el principio y con naturalidad sobre el hecho de que es adoptado, el abandono, sus orígenes… Él irá haciendo preguntas sobre todo ello, según vaya creciendo y entendiendo su realidad.
Los padres se han de mostrar disponibles, dispuestos a responder a todas sus preguntas. Deberán intentar hacerlo sin cargas negativas (incluso sobre los hechos más duros): el niño no se sentirá feliz de ser quien es si percibe que sus padres conciben su vida anterior como la parte “mala” de su biografía.Las leyes protegen el derecho del niño adoptado a acceder a la información sobre sus orígenes biológicos. Independientemente de lo que dice la ley, hemos de tener en cuenta que el saber de dónde vengo es una necesidad básica en el ser humano y que en el caso de las personas adoptadas esta necesidad es aún mayor.
Es por eso que los padres deberían apoyar en todo momento al niño o al adolescente que decide buscar sus orígenes. Esto puede generar miedos, inseguridades e incluso celos en los padres adoptivos, pero si ellos apoyan a sus hijos en este proceso, el vínculo entre padres e hijos suele verse fortalecido.No siempre se produce este deseo de información en los niños adoptados. Muchos prefieren ignorar la cuestión de la familia biológica y nunca tienen la necesidad de indagar. En este caso, lo importante es saber si esto parte de un intento de negación de la realidad, que podría esconder un duelo incompleto que necesitaría trabajarse. Pero en cualquier caso, los padres deberían respetar su decisión. La cuestión de sus orígenes forman parte de la historia personal y privada de su hijo.
Las referencias culturales
Además de los orígenes biológicos, el niño adoptado internacionalmente se enfrenta al manejo de la cuestión del origen cultural, hecho que se complica aún más si se trata de una adopción transrracial, en la que entra también en juego la identidad étnica.
El hijo adoptado aprenderá de sus padres si debe sentirse totalmente de aquí o totalmente de allí (lo que se suele llamar identidad uni-étnica) o la mitad de cada parte (una identidad bi-étnica) o un poco de todo el mundo (la identidad cosmopolita), con lo que ellos deberán antes plantearse con qué opción están más identificados y cual se adapta mejor al carácter de su hijo y transmitírselo así de forma coherente. En un futuro tendrá conflictos, internos o externos, con esta cuestión, así que cuanto más sólido sea el mensaje que le demos, más recursos encontrará para resolver esos conflictos.
Pepa Simón,por portal salud