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Autoaceptación y bienestar.

ella-lo-saco-de-su-vida-300x152Autoaceptación significa reconocer que somos valiosos y dignos de ser queridos y respetados a pesar de no ser perfectos.
La autoaceptación es el primer paso para una autoestima alta.
Tu bienestar depende de ti.
“La autoaceptación surge de enfrentar los retos de la vida con energía.

No te insensibilices ante las experiencias difíciles y las dificultades, ni construyas una muralla mental que excluya el dolor de tu vida.
Encontrarás la paz, no a través de escapar de tus problemas sino enfrentándolos valerosamente. Encontraras la paz, no en la negación, sino en la victoria”.

J. Donald Walters (Autor, filósofo, poeta, compositor y editor).

Esta sección te ayuda a:

1.- Comprender la importancia de la autoaceptación.

2.- Saber qué hacer.

Eres tu mejor amigo

o tu peor enemigo.

La importancia de la autoaceptación.

¿Cómo te sientes cuando estás con una persona que te crítica?

¿Y qué sucede si te critican constantemente, la mayor parte del tiempo?

¿Te enojas?

¿Te deprimes?

¿Te devalúas?

Independientemente de tus sentimientos y de tu reacción hacia la o las personas que te critican, no puedes negar que es sumamente desagradable vivir así.

Sin embargo, a pesar de que no nos damos cuenta, es muy común que nosotros nos critiquemos constantemente, en lo que llamamos nuestro diálogo interno, es decir, con nuestro pensamiento.

Un pensamiento rápido, silencioso y por ello, difícil de detectar, pero no por eso, menos dañino.

Generalmente tenemos un concepto equivocado de lo que significa aceptarse.

Con frecuencia pensamos que quiere decir negar o quitarle importancia a lo negativo y resaltar sólo lo positivo o pensar que somos lo máxima.

No significa decir “así soy y ni modo” ni quiere decir, que nos tienen que gustar todas nuestras características y todo lo que hacemos.

Aceptarse implica reconocer que somos valiosos y dignos de ser queridos y respetados, a pesar de no ser perfectos.

Aceptar quiere decir:

Reconocer que las cosas y las personas son como son, independientemente de que me gusten o me disgusten.

Dejar de pelearme y/o enojarme con la vida, Dios o conmigo mismo porque no son diferentes.

Dejar de exigir y esperar que sean distintas, porque “deberían” de ser como yo quiero.

Pensar: “Esta es mi realidad”.

El mundo funciona, en gran parte, de acuerdo a la relación causa y efecto, aunque muchísimas veces no nos damos cuenta de cuáles son las causas y sólo vemos los resultados.

Las cosas, las personas y la vida, son como son, porque se han dado las causas o requisitos previos necesarios, para que sean así.

Sin embargo aceptar no quiere decir resignarse.

Resignarse es mantener el enojo y el dolor y decir “ni modo”, “no hay nada que yo pueda hacer”.

Es tomar una actitud pasiva y fatalista.

Aceptar es reconocer cual es mi punto de partida para cambiar lo que puedo cambiar y vivir de la mejor forma posible lo que no puedo cambiar.

Aceptarme es reconocer mis fallas y defectos sin devaluarme por ellos, sin rechazarme y sin enojarme.

Es estar contento conmigo mismo por ser, por existir.

¿Por qué es importante aprender a aceptarnos?

Cuando nos aceptamos, dejamos de pelearnos con nosotros mismos y podemos relajarnos.

No nos da miedo ni nos angustia reconocer algo negativo, porque no nos calificamos por ello.

Podemos manejar la crítica, analizarla, aceptarla o rechazarla, sin enojarnos ni devaluarnos.

Sabemos que podemos ser aceptados por los demás, por lo que recibimos y disfrutamos su cariño y sus acciones.

No vivimos angustiados por el pensamiento de: “si realmente me conocieran, no me querrían”.

Podemos mostrarnos como somos, sin tratar de imitar a los demás o de utilizar máscaras que impidan mostrar nuestra forma de ser.

¿Qué hacer?

Cada vez que pienses debería (o no debería) cámbialo por me gustaría.

Recuerda que las cosas son como son, porque se dieron las circunstancias necesarias para provocar esa situación, conducta, pensamiento, sentimiento, etc.

Procura borrar la palabra “debería” de tu lenguaje, porque sólo provoca enojo, angustia y/o impotencia.

Cuando te califiques por una característica negativa y te rechaces, devalúes, regañes, etc., recuerda que no es más que una sola característica de las muchas que posees.

Así como no eres tu nariz, tu dedo del pie o tu hígado, no eres tu flojera, tu dificultad para relacionarte, tus errores, etc., etc.

Cada una de tus características, pensamientos, sentimientos y conductas son sólo una pequeña, muy pequeña parte de ti, aun cuando la consideres muy importante.

Ten en cuenta que la mayor parte de las cosas que no nos gustan, sobre todo en cuanto forma de ser, podemos cambiarlas o manejarlas de una manera diferente.

La solución está en nuestras manos, en el reconocerlas y trabajar para modificarlas.

Cuando te describas y juzgues tu forma de ser, analiza si tu punto de comparación y tus expectativas no son demasiado elevados.

Recuerda que el ser humano, como tal, tiene características positivas y negativas, conductas adecuadas e inadecuadas y es falible, es decir, comete errores.

No existe nadie que sea perfecto.

Lo que sucede es que con frecuencia no vemos los errores de los demás.

Todas las personas están en un constante proceso de aprendizaje.

Nadie sabe todo, ni nadie puede hacer todo.

Lo que calificamos como bueno o malo, con mucha frecuencia está basado en los valores y creencias de la cultura en este momento.

Lo que puede ser una cualidad o defecto actualmente en nuestro país, pudo haber sido considerado todo lo contrario en otra época o puede ser visto de manera diferente dentro de 50 años.

Por lo tanto, cuando te califiques negativamente, analiza dónde, cómo y por qué aprendiste a pensar así y más que calificarte negativamente para rechazarte, observa las consecuencias y decide si quieres hacer algún cambio.

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Psic. Silvia Russek

Lic. En Psicología Clínica.

Diplomado en Terapia de Pareja.

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