Las rabietas son normales, pero…
EN ALGUNOS CASOS, LOS BERRINCHES PUEDEN ESTAR ASOCIADOS A TRASTORNOS DISOCIALES, HIPERACTIVIDAD, DEPRESIÓN O A LA SOLEDAD.
Todos los niños hacen rabietas. Esos episodios, capaces de desesperar al más paciente y amoroso de los padres, resultan naturales y hasta necesarios, pues por medio de ellos el niño expresa sus derechos, expone sus necesidades y hace notorios sus deseos.
Las rabietas ocurren especialmente alrededor de los dos años. En esa etapa, señala la psiquiatra Migdonia Galla, los pequeños se guían por el principio de placer y piden todo cuanto desean, les gusta o entienden que les sirve.
La tormenta se desata cuando no se les puede complacer. Y de cómo se maneje la situación dependerá el sano desarrollo de ciertas facetas de la personalidad del chiquillo.
“La rabieta no es tan sencilla -expresa Galla-: tiene que ver con el crecimiento del niño, y es normal que haga alguna porque tú no le vas a poder dar todo”.
En algunos casos, estos incómodos episodios pueden estar asociados a trastornos disociales, hiperactividad con déficit de atención, a la depresión y la soledad.
¿COMPLACERLO O NO? ESA ES LA PREGUNTA
Un niño al que no se complace en nada, crecerá insatisfecho y no pasará adecuadamente del principio de placer al de realidad.
Por otro lado, si se le complace en todo sin discriminar aquello que no le conviene, no tendrá capacidad de frustración y cuando las cosas no salgan como espera se deprimirá.
Puede, además, convertirse en una persona manipuladora, capaz de hacer cualquier cosa a fin de obtener lo que desea.
ESAS INCOMODAS RABIETAS
De acuerdo con la psiquiatra Migdonia Galla, un padre debe tratar de complacer a sus hijitos siempre que pueda y siempre que lo que estos pidan no les afecte ni les cause daño.
“A esa edad, al niño hay que satisfacerlo en todo lo que se pueda”, dice la psiquiatra. “Su principio de placer se va a ir satisfaciendo, llenando, y eso va a facilitar su pase al principio de realidad”.
Pero los padres no siempre pueden acceder a los pedidos de sus pequeños. Entonces es probable que deban presenciar una pataleta y tienen que estar preparados para manejarla.
De entrada, ignorar completamente al niño no es la solución. El adulto, dice Galla, debe explicarle al menor la razón de su negativa, porque esto ayudará al pequeño a desarrollar un pensamiento coherente, y porque “los niños entienden más de lo que la gente cree”.
Luego puede dejarlo que se desahogue y llore hasta que se tranquilice y sólo velar porque no se haga daño.
Una táctica efectiva, según la psiquiatra, consiste en desviar la atención del niño hacia otro tema de su interés.
Evite los insultos y palabrotas (“lo que tú le dices es lo que él va a asimilar en su mente”, dice Galla) y no lo amenace ni le pegue. La violencia, recuerda la experta, no es la solución ni en este ni en ningún caso.
¿Es esto normal?
Normalmente, una rabieta debe pasar y su pequeño protagonista distraerse cuando se desvía su atención a algún tema de su interés.
No es lo mismo que un niño llore y proteste a que se tire al piso, haga un berrinche de diez o quince minutos y se niegue a aceptar lo que su padre, madre u otra figura de autoridad le explica, porque entiende que hay que hacer lo que él diga.
Galla dice que ante berrinches exagerados, anormales, se debería consultar a un profesional de la conducta.
En ciertos casos, estos incómodos episodios pueden estar asociados a trastornos disóciales, hiperactividad con déficit de atención, agresividad, impulsividad, depresión y a la soledad, entre muchas otras cosas.
Complicaciones
“Al niño hay que enseñarlo a tener tolerancia a la frustración. Eso se aprende en la medida que pasa del principio de placer al principio de realidad”, comenta Migdonia Galla, quien advierte que un niño que no desarrolla tolerancia a la frustración puede llegar a hacer rabietas patológicas, que se distinguen por su frecuencia e intensidad.
El problema, indica, puede evolucionar hasta convertirse en “oposicionismo” (niños que se oponen a todo) o en un trastorno disocial.
“Un trastorno disocial puede degenerar hacia la delincuencia, a la droga por insatisfacción, por los problemas que genera con los padres”, expresa la psiquiatra.
MÁS DETALLES SOBRE LOS BERRINCHES
Palabrotas: si en medio de su pataleta el niño dice palabrotas es porque las escucha en su entorno.
Golpes: si regularmente le pegan o lo amenazan con hacerlo (por ejemplo, al decirle “pao pao”), el niño entenderá que a quien hace algo mal hay que pegarle. Cuando alguien trate de controlar sus berrinches, intentará golpearle.
En público: si el niño hace un berrinche cuando hay visitas en casa puede estar tratando de llamar la atención, porque se siente desplazado.
Manipulación: aunque la gente acostumbra a decir que los niños usan las rabietas para manipular a los adultos, Galla dice que la manipulación no implica una mala intención del niño.
Si necesitas mas información al respecto puedes llamar al consultorio de la Dra. Galla 809-682-5006.
Publicado por el Listín Diario, Redactado por Jaclin Campos
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