Delgada es sinónimo de felicidad
Cuando tenía alrededor de 12 años, me di cuenta que mi cuerpo no era el mejor, ni el más delgado o saludable. A pesar de darme cuenta de dicho efecto, yo seguía comiendo sin importar la opinión de los demás; Todo esto cambio al momento de ingresar a la tan esperada secundaria porque ahí es donde una deja de vivir en la fantasía para entrar a la triste realidad de la imagen ideal de la mujer.
Al ingresar no mucho había cambiado más solo mi estatura quizás. Lamentablemente, me tocó ver que ciertas compañeras no se sentían conformes consigo mismas y la verdad no lo entendía del todo. Algunas se cortaban, otras vomitaban y unas simplemente se ponían relleno en el sostén.
Más tarde, me di cuenta que ellas lo hacían para sentirse mejor pero no para sí mismas si no para otros, como los niños. Era algo estúpido ahora que lo pienso pero en ese momento una intenta ser la más bonita y de cierta manera agradable, y todo por ellos, aunque estos ni se percataran del esfuerzo que ellas hacían día con día con tal de satisfacer sus pensamientos hormonales. Tan solo observe esto durante el primer año para más tarde unirme yo a esa ideología.
Al empezar segundo año de secundaria, me di cuenta que yo estaba aumentando cada vez mas de peso y era más que nada notorio por la ropa que no me quedaba. Además, las personas a mi alrededor hacían comentarios aunque no siempre mal intencionados. No tarde en reaccionar y entre en un estado triste y de mala actitud en donde no me importaba nada ni nadie porque yo misma me consideraba un asco, una porquería.
Por lo tanto, las influencias e ideas de mis compañeras me afectaban de cierta manera. Además, consideraba que nunca encontraría el amor porque estaba gorda y a las gordas nadie las quiere como a las delgadas.
Termino el segundo año y para tercero yo estaba más que decidida en bajar de peso y sentirme bonita como mis compañeras, así que deje de comer todo lo que consideraba un daño a mi cuerpo… Mala decisión, lo único que provoque fue perder peso (lo cual era bueno según mi objetivo) pero a costa de llegar casi a la anemia y a grandes regaños de mis padres.
Y a pesar de todo eso, yo seguí con la idea de bajar más y más de peso, no me importaba si me daba anemia más si lucir delgada y atractiva para los muchachos.
Al final logre cumplir la meta pero me sentía insatisfecha. Creí que sería feliz y que todo caería a mis pies. Pero no todo es como en las películas. Mi peso ya era uno bueno y mi figura regular, pero no tenía confianza ni idea de que era lo que seguía.
Mi motivación era ser atractiva para ellos pero al final solo no se cumplía, puesto a que no tenía novio y para mi edad, era algo raro según varias “amigas”.
Esa imagen ideal era ser una chica delgada, hermosa, llena de amigas y aquella que debía tener novio. Tan solo pude darme cuenta en la preparatoria que la perfección no existe y que para aceptarse asi mismo es necesario primero amarse para luego ser capaz de amar a otros. Y yo no me había dado cuenta de ello porque solo me odiaba por no ser delgada y por comer pura “porquería”. Pero gracias a varios compañeros y familia, logre percatarme de que la felicidad es alcanzable y no bajando de peso si no viviendo la vida como si fuera el último día y disfrutando con cada una de las personas que me rodeen en un determinado lugar o tiempo de mi hermosa, bella e importante estancia en esta tierra.
Autora: Hazara Carolina Grana González
Baja California, Playas de Rosarito, México
Ganadora de mención en el Concurso Historia de Mujer, Patrocinado por MujerContigo.com