Select your Top Menu from wp menus

El Papel de la Educación en la Prevención de la Violencia de Género

La relación entre la violencia de género y la educación se establece desde el momento en que a lo largo del proceso educativo que se inicia con el nacimiento se van produciendo diferencias entre la formación, atención y actitudes que vamos dedicando a niños y niñas.

Por otra parte, en cuanto al lenguaje verbal y corporal, las frases, expresiones y caricias que las personas adultas hacemos a bebés niño o niña no son las mismas: basta recordar expresiones como “qué guapísima está”, o “qué grandote y fuerte se le ve”, para comprender que no son propias del mismo sexo.

 

Estas expresiones cotidianas que les dedicamos son la base del desarrollo del lenguaje, y al mismo tiempo que se desarrolla este, se desarrollan los esquemas a través de los cuales enuncian el mundo que perciben. Esta percepción se hace de acuerdo con la situación que le adjudicamos a cada individuo, siempre según el entorno social y cultural en que vive.

A través de la comprensión del mundo que les rodea van adquiriendo también el papel que la sociedad le adjudica a hombres y mujeres, entrando como componentes fundamentales del rol masculino la actividad, la decisión, la omisión de los sentimientos –los chicos no lloran- la seguridad en él mismo basada en la dominación de los demás, y en concreto de las mujeres, el papel activo en la conquista amorosa y en las relaciones personales cara al sexo femenino, muchas veces sin tener claro si hay límites o “todo vale”. En cambio, se adjudica al rol femenino la pasividad, las actitudes de espera y atención, la expresión de la afectividad, el esfuerzo cotidiano pero sin estridencias, el ocuparse de la atención a los demás –jugar a ser mamás o enfermeras es típico de niñas- el papel de espera en la relación amorosa, suponiendo esto todo un cuadro de actitudes que dificulta la independencia y autonomía a nivel afectivo, personal y laboral.

Otro componente de la relación entre violencia de género y educación tiene que ver con la forma de resolver las frustraciones y fracasos personales, es decir cómo expresamos la rabia y la ira, y si somos capaces de delimitar nuestros sentimientos y no descargarlos sobre quien tengamos más cerca.

El aprendizaje de la expresión de los sentimientos se realiza más en la familia que en los centros educativos, por lo que siguen reproduciéndose los patrones sociales de generación en generación, modificados sólo en parte por lo que los niños y niñas ven en la televisión, que es el medio que ofrece más modelos de actuación. Tanto en la familia como en los modelos de la TV se dan las formas tradicionales de resolución de conflictos, que es descargando la rabia y la ira sobre otras personas, en caso de no poder resolver el conflicto real –problemas laborales y/o económicos, alcoholismo, etc. Es evidente que pareja femenina e hijos son los destinatarios de esta violencia, cuyo origen es externo al núcleo familiar pero que no se sabe o no se puede resolver fuera, siendo descargada con los más cercanos y “débiles”. Seguramente un buen programa formativo de resolución de conflictos en la infancia y adolescencia ayudaría a discriminar quien tiene la responsabilidad inicial de los problemas y buscar soluciones diversas, que evitarían las actitudes violentas en muchos casos.

1. RELACIÓN ENTRE VIOLENCIA Y CONFLICTOS

La violencia física, verbal o psicológica la ejercen quienes tienen “poder” sobre otros que pasan a ser los “débiles” o desposeídos de poder.

Esto es así gracias a aprendizajes que se realizan a lo largo de la vida, partiendo de las vivencias familiares, entre iguales en el colegio, en el juegos entre amigos o amigas, etc.

La respuesta de cada persona ante un conflicto está condicionada por varios factores como los personales y de origen familiar: no responde igual un hijo/a único, el mayor de una familia, o el segundo, y en todo caso imitará modelos materno y paterno, según sea chico o chica. En todo caso, la relación de una persona con el mundo que le rodea también depende de su propio carácter, y las personas más nerviosas y activas tienen más probabilidades de no autocontrolarse, puesto que en todo momento están actuando, dando poco tiempo a la reflexión sobre los propios actos, con lo que las respuestas son instantáneas, y el modelo agresivo es mas fácil de asumir que el pausado, de análisis, reflexión, busca de soluciones, etc.

Otro aspecto que condiciona la respuesta a los conflictos es el contexto social, pues a mayor conflictividad, más dificultad para ir solucionando los problemas, uno a uno y sin violencia, y en los ambientes más deprimidos, las niñas y mujeres tienen más dificultades para superar el modelo tradicional que les adjudica la sociedad, pasivo y dependiente, y pasar a ser personas autónomas e independientes. Esto tiene como consecuencia que ante conflictos de violencia, las mujeres no denuncien las situaciones y sigan viviéndolas día a día, con una actitud de resignación ante un conflicto diario y cotidiano.

Lo comentado hasta aquí no se explicaría si la sociedad no estuviera basada en una organización patriarcal, según la cual el poder lo tiene una parte de la sociedad, que son los hombres, y las normas sociales están pensadas y dictadas para mantener este tipo de sociedad, utilizándose la violencia para mantener las situaciones sociales. Si pensamos en cualquier conflicto de tipo internacional, veremos que son hombres los que parlamentan en la ONU, en las entrevistas entre mandatarios, y también son hombres los que dirigen y forman los ejércitos, y estos son la forma más primaria y eficaz de resolver conflictos, es decir el uso de la violencia se convierte a nivel público como la forma “definitiva” de resolver un conflicto.

2. LA EDUCACIÓN COMO ESPACIO DE MODELACIÓN DE CONDUCTA

Para indicar únicamente unas líneas generales de posible intervención educativa, tendríamos que separar las acciones en niveles distintos:

A. Sobre el centro educativo, como institución que aparece como el escenario donde se vive, se construyen los aprendizajes, y se convierte en el principal formador del imaginario colectivo de los y las escolares.

Se debe hacer un Plan de Coeducación en el que se consensuen normas sobre:

Organización del centro de forma participativa y no jerarquizada, donde chicos y chicas, hombre y mujeres puedan aportar ideas y tener su papel en la gestión y planificación.

Los mensajes orales y escritos, que deben estar dirigidos a chicos y chicas, padres y madres.

la rotulación de los espacios comunes.

La distribución de espacios para que pistas de deportes, aula de ordenadores, etc. no sean patrimonio sólo de chicos o de chicas.

Análisis de los materiales de estudio y trabajo, para evitar modelos estereotipados, ausencia de modelos femeninos en los libros de texto, ocultación del papel de las mujeres en la historia, la literatura o el arte, etc.

B. Sobre el alumnado, que va construyendo su personalidad en la interrelación diaria, a parte de influir con sus respuestas sobre el propio ambiente escolar y familiar.

Las actuaciones han de ser a través de las tareas cotidianas y transversales, es decir en todas las áreas y espacios -dentro y fuera de clase- con un seguimiento diario de los conflictos y de las formas en que se producen las relaciones sociales dentro del centro, interviniendo en la resolución de los conflictos, de forma que se cree la costumbre de utilizar métodos dialógicos -mediación, negociación, cooperación-, no se dejen agresiones sin tratar por considerarlas “poco importantes”, y se cree una dinámica de respeto entre todas las personas de la comunidad educativa.

Es relevante para cambiar la forma de modificar las relaciones entre niños y niñas, hombres y mujeres del futuro, que en el currículo figuren temas como:

La atención y cuidado del propio cuerpo como primera responsabilidad personal, desde el punto de vista de la salud y del placer de vivir.

Nuestro cuerpo como herramienta de comunicación y de expresión de afectos, para desarrollar la expresión de los sentimientos, y las habilidades sociales gestuales.

Educación afectivo-sexual desde una visión no androcéntrica, que se debe trabajar desde los primeros niveles de educación infantil, para impulsar formas no discriminatorias de acercamiento al otro sexo, y relaciones basadas en la aceptación mutua, y en la redefinición de los roles de hombre y mujer como género social.

Orientación educativa y profesional coeducadora que ofrezca modelos no estereotipados de futuras profesiones, animando a chicos y chicas a elegir de acuerdo con sus capacidades, y no de acuerdo con las preferencias familiares o según se espera de ellos y ellas.

Aprendizajes necesarios para la vida cotidiana, de cuidado propio, de la vivienda y de las personas dependientes, pues sólo si se conocen y se sabe actuar dentro de casa frente a la cocina, lavadora, etc., se sabe manejar un recién nacido o se sabe cómo cambiar una lámpara que se ha fundido, las personas se sentirán autónomas y autosuficientes, condición básica para establecer relaciones de pareja que sean positivas, basadas en el afecto y el pacto, que no impliquen sólo la satisfacción de una necesidad de “cuidado y atención” por parte de uno de los miembros al otro.

C. Sobre las familias y la comunidad educativa en general, es necesario incidir para que sean conscientes que están influyendo directamente en la formación de pautas de conducta en sus hijos e hijas, que les van a afectar durante toda su vida, y sólo si ahora se trabaja en casa, de forma consciente y diaria, la responsabilidad personal sobre el propio cuerpo, sobre los espacios comunes, sobre el reparto de tareas en casa, sobre la toma de decisiones autónoma, será posible que estas pautas estén interiorizadas y desarrolladas para el resto de su vida.

Sería conveniente hacer referencia explícita a temas como la resolución de conflictos familiares, pues es una forma de poner ejemplos de diferentes procedimientos y formas de encarar un problema, cómo expresar las alegrías, tristezas, frustraciones, rabia y fracasos, como padres y madres y como ciudadanos en general.

Otra vía sería realizar actividades culturales conjuntas con la Asociación de Padres y Madres, para tratar temas como las relaciones familiares y la resolución de conflictos, la violencia y sus manifestaciones sociales, etc.

Bibliografía

AAVV, El Proyecto Educativo de la Institución Escolar, E. Graó, Barcelona

ROJAS MARCOS, L., Las raíces de la violencia, Ed. Espasa Calpe Madrid

Related posts