La desvalorización como terapia… de choque.
No sé de dónde sacaron algunos antepasados, maestros, padres y personas en general, que hacer sentir mal a las personas, es una forma de hacerlos reaccionar y provocar en ellos un cambio hacia lo positivo.
Desvalorizar, comparar, castigar, con palabras y/o con hechos, (en público o en privado), como terapia de choque, es abusivo, desconsiderado y atenta contra el sentimiento de valores, que cada ser vivo, por derecho propio tiene.
No todos reaccionan bien a este tipo de terapia, la mayoría, solo responde con fuego, cuando con fuego es atacado; como decían los sabios “Da siempre lo que deseas recibir”
He visto este clase de formación en repetidas ocasiones, desde mi punto de vista, solo funciona en personas con muy baja autoestima o con personas que proceden de hogares donde la humillación, fue parte del día a día y base angular de los que ellos suponían haría más fuerte a sus hijos.
Lo triste de esta situación es cuando esta conducta se sigue trasmitiendo a las escuelas y a los trabajos, usándolo también como un sistema de comparación entre sus integrantes, entendiendo, que ese sistema de comparación es sano y eficiente para procrear logros extras, dentro del grupo social que por necesidad o consecuencia tiene que verse conviviendo dentro de un sector determinado.
No estamos en el Japón de los 40’s ni en la Alemania del 1945 y si por desgracia, todavía nos quedan restrojos del poder abusivo de los padres y mandatarios sobre sus súbditos, es tiempo de analizar y ajustarnos a un periodo donde los derechos emocionales y físicos son tan importantes, el uno como el otro, un espacio donde se entienda que la motivación basada en ideas sanas que engrandezcan nuestro sentir, es y será siempre una mejor forma de lograr, que quienes están en nuestro circulo de almas sean más productivos y mejores personas.
Agredir con gestos, palabras, tonos de voz, toques físicos, es y será siempre AGRESIÓN, nunca dará como fruto, mejores personas, mejores empleados, mejores hijos.
Quizás, en su momento, pudiera dar un el “momentáneo” fruto de la sumisión, pero nunca, el del crecimiento y mucho menos el agradecimiento de las cosas logradas.
Es fácil ver personas con recuerdos nada gratos de sus padres y maestros sobre los abusos y sentimientos de malestar del pasado, personas adultas que a pesar del trascurso del tiempo no han podido dejar atrás el maltrato de la infancia.
Solo me queda un pensamiento por dejar al aire para analizar y nos sirva de crecimiento:
Quien desee sembrar en el jardín de la eternidad, debe utilizar sus semillas, amor, respeto, y consideración.
Verónica Galla
25 de abril 2017, Del libro Reflexiones