Mi SER, ESPACIO SAGRADO, EN DONDE CONVERGEN ARMONIOSAMENTE, MI CUERPO Y MI ALMA
Mi ser, como espacio sagrado, en el cual convergen de manera armoniosa, mi cuerpo y mi alma, de igual manera, como equivalencia, en Bahía de las Águilas, converge el azul, en el mar y en el cielo, entre arenas blancas y cristalinas, entre la cálida brisa y el ardiente sol, es ahí, en este escenario, melancólico, en el cual se desvanecen mis sueños y anhelos.
Vestida con bañador blanco, en representación de la pureza del alma, cubierta con una especie de visillo amarillo, libre y transparente, como si fuese una cortina a la intemperie, con ingenuo e infantil accionar, jugueteaba, mi vestimenta, con el coqueto y atrevido viento, que a toda costa deseaba descubrir mi cuerpo y develar mi alma, arrojando mi ser, indefenso y desprotegido, ante los ojos del mundo.
Resguardar mi cuerpo, era el objetivo por el cual, sobre mi geografía humana, ese hermoso tejido yacía, no podía sin mi consentimiento, realizar sus sueños, aunque no sea democrático expresarlo.
Mi cuerpo, el mismo que lleva a cuesta cuatro décadas y algo más de un lustro, cansado quizás un tanto, de andar aquí y allá, con dulces remembranzas y heridas tangibles e intangibles, e imborrables y tristes recuerdos, se levanta cual Ave Fénix, día tras día, dispuesto a seguir avanzando, en consenso con mi alma, como bujía inspiradora.
Nido privilegiado, es mi cuerpo, canal seleccionado por mi Hacedor, para gestar en mis entrañas por nueves meses, a tres vástagos, prolongación bendita de mi amor; con ello, cumplir con la delicada encomienda, primigenia de toda mujer: Ser fuente de vida.
Templo sagrado, es esa plaza, mi cuerpo, mi corazón reside y mis emociones permutan, mi alma, no admite, que el mismo (mi corazón) esté hecho en mil pedazos y todavía late…!
Bahía de las Águilas, espacio en el cual, mi ser (alma y cuerpo fusionados) iban a estar en perfecta armonía, porque soñaba, cual ilusionada quinceañera, la concretización y ejecución de mi “amor cibernético” el cual, por tiempo prudente y llena de esperanzas, anidé en mi ser, con la vana excusa de ser amada.
Ser amada, es todo lo que a gritos desesperada solicitaba, de aquel, que entre tantos escritos, frases y manifestaciones de amor, me hizo vibrar y volver a creer en ese noble sentimiento, con la convicción de que Cupido había acertado en el centro de la diana de mi alma y que de cierta forma, estábamos predestinados a ser almas gemelas. Ser amada…! Como simple aseveración….! No como quimera. ¿Ser amada? Como cuestionante…! y se desprenden múltiples preguntas, que con la cabeza fría y con el corazón en mis manos arrugadas, puedo darles respuestas. Surgen otras tantas, que ponen mi mundo hacia abajo: ¿Por qué había mendigado amor? ¿Por qué no podía sencillamente reconocer una vil mentira, expresada con magistral actuación? ¿Por qué entre tantos hombres, he tenido que posar el iris de mis ventanas en el ése, específicamente, en ese señor? ¿Por qué no me supe amar? ¿Por qué no me supe valorar?.
Amarme, tal cual, sin más ni menos, es la clave, disfrutar de mi soledad, regocijarme de mi libertad, estando aquí o estando allá.
Entonces, tras ese episodio, en mi alma, surgen hipótesis, que aguardan alcanzar el clímax, no es posible satisfacer el cuerpo, masa subyugada que ejecuta las acciones del alma, si no soy capaz de valorarme como lo que soy, una mujer, obra excelsa del Creador.
Entre aciertos y desaciertos, elijo, tomar los segundos como aprendizajes y olvidarlos, pues en esencia, la vida es, eso, un subir y bajar, un ir y venir, nadie me dijo que iba a ser fácil, de hecho, el discurrir de mi existencia, no puede estar sujeta a que un foráneo, llámese como se llame, pretenda inundar la faz de mi paz, misma ésta, que me ha costado tanto estructurar.
Digamos, que en aquel golfo de las aves de rapiña, mi estancia, tras el duelo sufrido y superado, me hizo aquilatar en su justa medida, el diamante que soy, sin presumir la perfección, pues lo imperfecto es condición sine qua non del ser humano, de hecho los brillantes, cortados por el ingenio humano, están sujetos a desperfectos.
Soy una piedra rústica, con el ánimo de convertirme en un reluciente diamante, entendiendo que debo someterme a ciertos “cortes” que van a lacerar mi cuerpo y a la par, fortalecer mi alma.
Autora: Beatriz Martínez Collado
Villa Felicia, San Isidro Arriba, San Isidro, Santo Domingo Este, Santo Domingo, República Dominicana.
Ganadora del 1er Lugar en el Concurso Historia de Mujer, Patrocinado por MujerContigo.com