Uno aprende a soltar, a que dejen de importarle gente a la cual no les importas, gente que solo piensa en sí mismo. Eso no es venganza ni dolor, es desapego, crecimiento, madurez.
Así nos damos cuenta cuando el pasar de los años dejaste de ser un niño, dejaste de necesitar un cordón umbilical, pero no sólo el de la madre, el de la familia, si no también el de la sociedad a la cual perteneces.
Cuando eres capaz de quemar barca, de comenzar un nuevo camino sin muchas cosas que analizar, cuando eres capaz de pagar el alquiler de tu casa sin contar con tus padres, cuando tienes la valentía de abrir la puerta para que el amor de tu vida siga su camino, creo que entonces no te volviste frío, creo que te volviste libre; Libre no de lo que te rodea, no de la familia ni de la presión social que espera que produzcas más dinero para que ellos se sientan más seguros a tu lado, serás libre de ti y de tus miedos, del miedo que genera no ser aceptado, de ser diferente, de ese golpe de suerte que significa no ser un títere más, un actor activo de un teatro barato.
Por Verónica Galla
Del libro reflexiones
Instagram @vegallas
9 Dic 2016