“Tal vez no puedas evitar que las aves del desaliento sobrevuelen tu cabeza, pero no permitas que aniden en ella”.
–Proverbio—
Las crisis son iniciaciones potenciales que suelen implicar un final, una pérdida o muerte simbólica. La superación de las crisis requiere la capacidad para la renuncia, cualidad prácticamente inexistente en el Ego, que no soporta perder y que recurre a diversas estrategias para preservar el status quo. Las crisis exigen un sacrificio, palabra que significa convertir algo en sagrado y ofrendarlo. Sacrificarnos y aceptar una pérdida es diferente de la resignación, que tiene un dejo de amargura. No se trata de resignarnos para seguir sufriendo, sino de una entrega que genera la posibilidad de ingresar en lo nuevo.
Si logramos tolerar la agonía que suele producir una crisis, en algún momento surge su resolución, las nubes negras se disipan y el sol vuelve a brillar. En el ínterin, centrarnos exclusivamente en el momento presente, darle cabida plena a todo lo que sentimos y saber que esto también pasará nos ayudará a atravesar la así llamada noche oscura del alma…
“En el fondo del abismo surge la voz de la salvación.
El momento de negrura es el momento en que está por surgir el verdadero mensaje de transformación.
En el momento de mayor oscuridad, surge la luz”.