“Amar hasta que duela” decía una gran misionera humanitaria católica… Suena muy bonito, altruista, pero en el amor de pareja, la manifestación más íntima y compleja del amor, ¿debe doler? La respuesta es un rotundo NO, porque el amor sincero y verdadero, cuando es recíproco, entre personas que conocen sus responsabilidades, debe generar esa sensación de placidez y alegría indescriptibles, que solo quien la ha sentido, puede comprenderla. El amor correspondido solo se compara con el amor infinito, por ejemplo, de una madre hacia un hijo, un amor desinteresado, que busca la satisfacción de ese ser querido. Pero volvamos a ese amor que duele, ese amor que carcome el alma. Ese amor es insano, terminará causando tristeza y una palabra casi en desuso: “melancolía”. Esa profunda tristeza nunca será positiva para nuestro yo interno.
Cuando se presenta el dolor, por amar a alguien, es un aviso de que la relación no anda bien, o no somos correspondidos como deseamos o esa persona, por la circunstancia que sea, no merece nuestro afecto. Es un aviso, una advertencia para que nos protejamos de ese sentimiento, pero más aún de la persona objeto de ese cariño.
Recordemos que el amor que duele siempre perjudicará nuestra mente, porque perjudica nuestra salud emocional, espiritual y física. A esos amores “compartidos” que sabemos o intuimos están dentro de un triángulo amoroso, a ese amor que sabemos es un amor mentiroso, ese amor hacia alguien que no está disponible moral o legalmente, hay que ponerle especial atención.
Es muy fácil decir “Tengo que apartarme de esa persona”, realizarlo siempre será más difícil porque ya habremos caído en la tela de araña, pero no es imposible. El secreto será no lidiar con el mal amor, dejar que fluyan otros intereses en nuestro corazón, revistiéndonos de coraje, nobleza, fuerza de voluntad y, sobre todo, mucho amor hacia nosotros mismos para evitar contacto con quien nos perjudica emocionalmente. Tendremos que ser ¿egoístas? , definitivamente sí, porque es un momento en que tendremos que pensar solo en primera persona. Tenemos que querernos a nosotros mismos y comprender que nuestra salud emocional, espiritual y física está por encima de cualquier persona o sentimiento.
“Ese oscuro objeto del deseo” hay que erradicarlo de nuestro entorno, de los lugares que visitamos, de los amigos comunes, apartarlo de nuestro diario vivir.
El tiempo es un bálsamo muy eficaz para sanar heridas, desintoxicar nuestro corazón, a veces lento pero tan eficaz, como buen amigo.
L. CEDEÑO S.