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ALEGORÍA DEL VUELO DE LA MARIPOSA.

ALEGORÍA DEL VUELO DE LA MARIPOSA.

La mariposa de mujer no cambió por estética, como quien se practicó una cirugía plástica. Lo hizo por calidad de vida, no fue por belleza, se transformó por el viaje.
No pretendió mirarse al espejo en su vanidad perdida, quiso ver sus alas en el río. No aletea la presunción de sus alas plateadas, toda transformación se produjo por el vuelo. Ella anhelaba abrirlas de par en par y dejarse caer en picada.
Ella vivía arrastrada expuesta a pies que la lastimaban, subir la pendiente del árbol le costó mucho trabajo. Pender de la rama aquella fue una situación muy incómoda, pero ella estaba consciente que en el suelo no viviría mucho tiempo como gusano, había muchos pies que pretendían vejarla.
La metamorfosis más grande la hizo internamente, ella tuvo que tener fe. Cuando era una oruga corriente todo lo que miraba en el reflejo del cristal le gritaba que era imposible esa fachada cambiar. Pero a pesar de todo, afanaba por no seguir humillada, antes que todo pasara ya se veía transformada.
Miraba desde abajo el aleteo constante de una ninfa papillera que cantaba y le decía: —“Gusano abre el pecho, saca alas y tendrás el cielo de morada”—. Al escuchar el consejo se esforzó por subir la pendiente de aquel tronco leñoso. Aunque las burlas de los insectos les herían sus oídos y su autoestima, pero sabía que si dejaba de intentarlo las mofas serían más escarnecidas, así que decidió ¡volar o morir!, no podía seguir arrastrada.
Y mientras en su saco esperaba no estaba ansiosa por las alas, no era la imagen ni los colores que la desvelaba, ella quería simplemente unas alas que la elevaran. No le importó que forma ni estilo tuviera el regalo cuando al fin las pudiera desenrollar. No cambió por hermosura, ella lo hizo por el viaje.
Era un asunto de altura, ella quería mirar desde arriba. Alzada donde el sol calienta más fuerte, pudo notar hacia abajo que habían otras alas que a las de ellas superaban, como el cisne por ejemplo, ¡Que cosa tan majestuosa!, pero no se sintió envidiosa, notó que era más lindo aquel plumaje tan blanco, pero nunca saldría del río aquel bello encanto, mientras ella sobrevolaba los ríos y los pantanos.
Tampoco quería volar tan alto para que otros la viesen, su vuelo no era de superhéroe sino vuelo de mariposa, suave y serena como el de una virgen esposa. Que da giros elegantes para sí misma, que no lo hace para presumir. Por eso no busca público, la mariposa busca jardín, donde crezcan las flores de la paz, para cruzar la ladera, donde siempre existe una eterna primavera. ¡Luchó no por el lujo, más bien por calidad de vida para el breve tiempo que le restaba!.
Ella sabía que en el mundo de alimañas donde vivía, muchos recordándole que era gusano, era la única forma de ellos sentirse importantes.
La mariposa no soñó con ser bonita como todos han creído, ella era más ambiciosa de los que todos pensaron. Quería ser libre del medio ambiente en que estaba, se respiraba olor a estiércol. Se decía a sí misma: — “En las alturas la lluvia cae sin contaminación, el aire golpea mejor, el sol me acaricia la frente y estoy más próxima del cielo”.
Ella no quería el flash de una cámara para una revista, eligió el flash de los relámpagos, las cámaras son del hombre, los rayos vienen de Dios. Era mejor el ímpetu de su Creador, que el aplauso de la gente. No era por el brillo de la fama, era por la luz del Señor con tantas tonalidades.
Y todos los insectos después que ella obtuvo sus alas curiosos les preguntaban: —¿Qué te pasa muchacha que te notamos tan cambiada?, ella esbozando una sonrisa le contestaba con desgana: ¡La vida me ha golpeado tanto, que ni yo misma me recordaba!. Al ver que los que antes la humillaban ansiosos se aproximaban, izó el vuelo sumamente espantada.
Mientras del cielo se escuchó un vocerío que desde una ventana gritaba, era un ángel que bien la aconsejaba, y le decía sutilmente: —Vuela, vuela mariposa, no te detengas jamás, trataran de arruinar tus alas, pero ya Dios te enseñó a volar.
Desde abajo muchos la creyeron vanidosa, pero fue tanto que siendo larva lloró, que el dolor la volvió mariposa. Todo pasó por sus ojos, ella padeció humillación, ahora miraba los campos, no les guardaba rencor, pero se alejaba del suelo.
Moraleja: ¡Mujer! Quien no te valoró cuando no eras nadie, no puede pretender detener el vuelo de tu futuro, cuando llegue la transformación que Dios hará en tu vida. La mariposa no se alejó por presunción, fue por dignidad. Cuando le nacieron alas, murió y nació de nuevo, en una persona totalmente distinta, que prefería la soledad del paisaje, que la muchedumbre del bochinche.

Autora: Jenny Matos de Fernández.

Santo Domingo, República Dominicana.

Ganadora del  2do Lugar en el Concurso Historia de Mujer, Patrocinado por MujerContigo.com

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